De vez en cuándo, uno realiza ciertas maniobras de dudosa efectividad, y que a lo más sirven para dejarlas en el olvido, o para sacar risas burlescas de alguien.
Bueno, veamos si son tan “choros” y cuentan…
Hace tiempo, cuándo le pedí pololeo a mi última pareja, borré todos los números de cafeteras, masajistas, escorts y amigas con ventaja de mi teléfono.
Resultado: No podía saber quien chucha me llamaba y más de alguna vez tuve que dar explicaciones.
En una despedida de soltero, medio ebrio, al pastelito que les escribe, se le ocurrió colocarse el calzón de la bailarina como gorro. Al día siguiente, me di cuenta que no era nada el calzón de la dama, sino que los calzoncillos medios cagados del novio… Puaj, puaj, puaj…
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