No se preocupe, Pinturita, hasta yo, un imberbe e involucionado hombre, me he preguntado lo mismo. Y, aunque usted no lo crea, varias veces.

Es más, me lo pregunté el otro dÃÂ*a cuando mi hijo me pidió prestado un polerón, que obviamente no devolvió, y me lo he vuelto a preguntar cada vez que me subo al auto y elijo el CD que el mismo me regaló.
Ooooo... yo me las estoy dando de lolo, porque a mi hijo le gusta mi ropa hasta quedarse con ella y porque escucho la música que a él le gusta, o mi hijo tiene gustos de viejo.
Como ve, Pinturita, entre aquÃÂ* y allá o entre allá y aquÃÂ*.
Pero, definitivamente, ¿dónde?
Pues eso es lo que hay que descubrir.

En todo caso, tampoco hay que preocuparse mucho porque entre Tongoy y Los Vilos está Socos. Y allÃÂ* siempre conviene parar un ratito y más aún si se viaja sin apuro.

Yo, por si le sirve de algo el punto de vista de otro, esta etapa me la estoy tomando con calma y algo de tiza, pero siempre al agüaite de la micro que me deje donde quiero llegar... allÃÂ*, justo en la esquina de la casualidad y la causalidad, y asÃÂ* sea para algún dÃÂ*a bajarme a compartir un buen vinito dulzón de cosecha tardÃÂ*a o asÃÂ* tenga que devolverme por la fragilidad de mi cuerpo.

A todo esto, Pinturita, ¿usted ya tiene una idea de dónde quiere llegar?