...Nobleza obliga.

Jacques, la poesÃÂ*a tiene un carácter universal. Pertenece a todos.
Podrá haberla buena, muy buena, mala, muy mala o regular. De su gusto o el mÃÂ*o.
Podrá responder a una métrica o a una rima especial. De su gusto o el mÃÂ*o.
Sin embargo, más allá de su gusto o el mÃÂ*o, la poesÃÂ*a siempre responde a un sentimiento o a una emoción profunda. Y es por eso, y no por la métrica o la rima presente, que un poema es el fiel reflejo de la subjetividad de su autor.

Basta con preguntarse ¿Qué se necesita para hacer poesÃÂ*a? Muy poco.
Un hablante lÃÂ*rico, un motivo, un estado de ánimo, lápiz y papel o lo que sustituya a estos dos últimos.
Entonces, siendo la poesÃÂ*a la expresión de la subjetividad de un “poeta”, que importan las reglas y que importa si las palabras se agolpan en “tropel sin norte definido ni puerto donde recalar”.
Con todo respeto, Jacques, de “ojota campechana ” a “escarpÃÂ*n de hierro”, ¿qué le parece si hacemos un poquito de teorÃÂ*a literaria? O algo de técnica y cultura, como dice usted.

…y hagamos fuego, y silencio y sonido,
y ardamos; y callemos y campanas.


AquÃÂ* el poeta se pasa por la …, las reglas del lenguaje y de la sintaxis y sin empacho alguno utiliza la conjunción “y”, que sirve para unir elementos sintácticos del mismo rango, para hacer una serie entre un sustantivo (campana) y dos verbos (ardamos, callemos).

O…

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada dÃÂ*a de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre frÃÂ*a
un oÃÂ*do que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores
-posiblemente de otro modo aún menos melancólico-,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caÃÂ*das en mi dormitorio,
el ruido de un dÃÂ*a que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mÃÂ*, con melancolÃÂ*a
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.


¿Desconcertante? ¿Confuso? ¿Acaso no pareció un tropel de letras sin norte definido y puerto donde recalar? . Un detalle, tiene sólo un punto, el final.

El primero, una parte del poema Entrada a la Madera, de Pablo Neruda. El segundo, del mismo Neruda, Arte Poética.

A Neruda lo podemos llamar poeta ¿cierto? Es Neruda, no BellaGatubela.

Como ve, Jacques, lo último que necesita la poesÃÂ*a es una “cruzada” para devolverla al medioevo. La poesÃÂ*a se liberó hace mucho de ciertas reglas y hace mucho que es patrimonio exclusivo del estado de ánimo del poeta, de su subjetividad, de su sentimiento, de su emoción.

Por último, Jacques, acostúmbrese a responder con argumentos y no con descalificaciones. El argumento, de donde provenga y cualquiera sea, siempre va a pesar más que una frase que se pidió prestada a algún cantar épico o a alguna novela de caballerÃÂ*a.

Ah! Y cuidado con las novelas de caballerÃÂ*a, pues son como el cilantro, buenas pero nunca tanto.