Un día antes de su regreso a las pistas, Karencita me avisó de su retorno. Salté de felicidad e hice los arreglos para escaparme temprano de la pega y pasar a su depto a disfrutar de su piel y de su compañía. Coordinamos para el martes, y a la hora fijada estaba entrando al edificio, contemplando con indiferente desprecio a los conserjes que me miraban a distancia.
Karencita estaba igual de guapa que hace unos meses, cuando nos vimos por última vez. Alta y delgada, con su culito redondeado enfundado en un soberbio jean ajustado. La noté un poco mas voluptuosa de caderas que antes, aunque luego, al acariciar su cuerpo desnudo, me dí cuenta que era su cola la que se había puesto mas redondeada y durita que antes. Nos reencontramos entre besos, pasé al baño al aseo de rigor, y me encerré con ella en su habitación, poniéndonos al día entre mis besos en su boca y en toda su piel, mientras la desvestía. Al final estábamos revolcándonos sobre la cama, con su cuerpo desnudo entre mis brazos y el pequeño que ya se salía de mi pantalón de tan feliz que estaba. Me saqué la ropa de un tirón y me dediqué a recorrer todo el cuerpo de Karencita, devorando su chochita una y otra vez. Ella me recompensó con un suave oral, con mucha succión y delicadeza, haciendo olvidar el detalle que le impedía tragarse mi pene hasta la base, como acostumbraba. Apliqué protección de rigor y fui penetrando a Karencita suavemente en 4, gozando a la vista y al tacto con su exquisita cola redondeada. Al rato, mis embestidas hasta el fondo de su chochita se hicieron mucho mas fuertes e intensas, y eran acompañadas con mis manos agarrando fuertemente sus caderas. Sus gemidos me ponían aún mas caliente, haciéndome penetrarla fuertemente sin parar, bajando luego la velocidad, saliendo de ella para volver a comerme su chochita mojadita y caliente, y así una y otra vez. La cama crujía con cada posición que practicábamos, y yo procuraba disfrutar al máximo cada momento. Coger a Karen de lado, levantando su pierna derecha con la mía, mientras masajeaba su clítoris con mi mano derecha, y mi boca se perdía en su cuello, fue tan sublime como follarla a lo misionero y sentir sus piernas apretándome contra su cuerpo, escuchando a su boca rogarme que se lo metiese una y otra vez, entre quejidos y gemidos. Fue un solo polvo largo e intenso, y la maldita hora se me pasó volando. Terminamos como otras ocasiones, con un nuevo y alucinante doggystyle, donde el golpeteo furioso de sus caderas mientras la penetraba una y otra vez, dió paso a su culito redondeado recibiendo toda mi leche sobre sus nalgas. Un "cumonass" perfecto.
Nos limpiamos y besamos golosamente, y tras la ducha de rigor, nos fuimos juntos del edificio, despidiéndonos apasionadamente en el pasillo, fuera de la vista de todos. Prometí volver a verla cuanto antes; espero que sea muy pronto.
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