Una diabla en el Ángeles


Ante la falta de la Jade, su yunta, la Sasha se fue apegando a nosotras, un poco más a mí que a la Negra. Salíamos juntas, conversábamos harto y nos juntábamos en su casa incluso. La Claudia, alias Sasha o La Rusa, vivía bien, tenía una casa enorme de dos pisos, con jardín y todo y hasta con piscina, la cagó. Pero lo que mas me impactó fue que tenía marido y un hijo grande. El marido era un dentista muy reconocido, quien no tenía drama en que su mujer trabajara de topplera en aquel Night Club de segunda. Después, la Rusa nos contaría que se habían conocido en otro Club para caballeros, de hecho. La única condición era que la mina no se acostara con ningún cliente, si hasta los privados toleraba, pero de ahí a prostituirse no, no importaba la plata que fuera. Lo que no sabía el dentista era que la Sasha también era humana y más de alguna vez se había ido con algún cliente que le había movido el piso y había tenido el placer de comerse a la rubia linda. Si hasta yo misma había tenido uno que otro sueño húmedo con sus piernas largas y el babydoll blanco con el que bailaba el tema de “9 semanas y media”, imitando a la Kim Basinger, que mujer tan linda. La Claudia era mi ídola.

Aquella vez que hicimos un asado en su casa las tres, solo estaba el marido. El tipo muy amable, algo seriote pero buena gente, y a cierta hora se retiró al dormitorio para que pudiéramos conversar mas a gusto. Ubicado el tipo, claro que como todo hombre deslizó varias miraditas al escote de la negra y mi trasero apretado en un jeans, según me contó esa vez la Nelly. Casi cuando nos retirábamos llegó el hijo, un moreno bastante guapo, flaco y alto, quien venía carreteado y con la polola, una cuica rubia y bien desabrida. De seguro una hijita de papá y con algún apellido bien fino y aristocrático. Si supiera en que trabajaba la suegra jajajaja, pensé.

La cosa es que me gustó el cabro. No se porqué se me metío en la cabeza y le empezé a sacar información a la Claudia. Lo había tenido a los 19 años, o sea que tenía 20, uno menos que yo solamente. Estudiaba odontología igual que el papá y llevaba como 6 meses con la cuica. Igual la Claudia empezó a sospechar por tanta pregunta y de una me puso la advertencia: “somos amigas, pero cuidado con mi hijo eh”. Pero yo ya estaba embalada y le tenía unas ganas al universitario, no se si por mi calentura natural, por querer cagarme a la weona de la polola o por ser algo de la Sasha, como si al tirármelo pudiera acercarme más a su intimidad y ser algo mas que amigas o por la maldad de quebrar algo en la paz de su familia. Aún no se porque me puse tan weona. Quizás la falta de cariño o la envidia de no tener nada y ella todo, no sé.

El tema es que quedó la cagá. Hicimos otro asadito en casa de la Rusa, ante la insistencia de la Negra quien quería celebrar el aniversario patrio de su natal Colombia, pero motivada por mis oscuras y calenturientas intenciones. A través de la Nelly pude motivar a que la Sasha invitara a su marido e hijo para que se quedaran a la fiesta, supuestamente para bailar los ritmos de la Negra. Nos turnamos para brindar con un ron especial de 40 grados, a cada rato con la Claudia, quien se curó como nunca y terminó vomitando y fuera de combate, acostada en su dormitorio. El cuento es que también se me curó el hijo y la negra, así que el cauro se fue a su cuarto y la negra quedó en la habitación de visitas.

El plan se me había ido a las pailas. En eso aparece el marido de la Sasha… Carlos se llamaba, me invita a bailar una salsa bien apretada, bajando sus manos fuertes hasta mi culo. Pude haber rechazado al hombre, pude haberlo cacheteado, pude haberme hecho la ofendida, pero acepté su manoseo y le planté el medio beso en la boca, con sabor a ron, cerveza y el dulce sabor del plan “B”. A los minutos me conduce al garage, mientras me bajaba la blusa y me recorría las tetas con sus manos rápidas y boca hambrienta. Tira una colchoneta en el piso y nos lanzamos encima. Por un minuto pensé en la Sasha, el hijo y la negra… pero también pensé en mi conchita solitaria, húmeda y recién depilada para el universitario. Fueron mis propias y egoístas necesidades las que me llevaron a saciarme con aquel cuarentón, bastante torpe y brusco pero hombre al fin y al cabo, con un miembro bastante aceptable el cual se introdujo en mi boca y mi vagi bien rico, haciéndome acabar dos veces antes de que explotara en mis tetas y cara. Intentó darme por el *, pero no le aguanté la parada, ya que si a alguien iba a aceptar que me lo dejara adolorido era al hijo de la Sasha. Lo siento señor dentista. Nos vestimos rapidito y fuimos a ver a los curaditos. Desperté a la Negra y sin que se diera cuenta nos despedimos con otro beso calentón con el marido de la Sasha.

Al otro día no quería ir a trabajar. La culpa y los nervios me tenían tiritona entera. Ni siquiera a la Negra le había contado en que terminó la fiestecita. ¿Que pasaría si la Claudia se enteraba de que me había servido a su marido? Me armo del poco valor que tenía y parto al Night. Llego tarde y asustada. La primera en recibirme es la mismísima Sasha, quien me da un beso y me cuenta que la casa quedó pa la cagá, pero que la habían pasado bien. Ufff todo bien, menos mal. En eso recibo un llamado de un número desconocido en el celu. Era Carlos, el marido de la Rusa, quien me invitaba a juntarnos el día de descanso. Miro a la Sasha a lo lejos, ya lista a bailar con sus piernas largas y babydoll blanco del tema de “9 semanas y media”, mientras yo acordaba la hora para juntarme con su marido y cagarme a mi adorada compañera. Nunca me sentí más perra en mi vida.